Una explosión más grande

Portada del disco "A bigger bang" (Virgin Records 2005).
Portada del disco «A bigger bang» (Virgin Records 2005).
Publicado en Literales de Tal Cual el 12 de Enero de 2013

“Rollin’ Stones” es el nombre de una canción que Muddy Waters grabó en 1950. Cuando en 1962 Brian Jones vio ese nombre en uno de sus discos de blues decidió que así se llamaría la banda que recién había formado junto a Mick Jagger y Keith Richards. Con este gesto, Jones hizo mucho más que elegir al azar un nombre, lo que realizó allí fue una verdadera ceremonia de bautizo, es decir, se apoderó de un nombre, de un significante que conectó al grupo con una larga tradición musical que venía del góspel, del jazz y del blues. Se conectaron (simbólicamente en ese momento y lo harían en la realidad a lo largo de los años) con la historia de la música del siglo XX. The Rolling Stones dejaría de ser el nombre de una canción para convertirse, 50 años después, en uno de los hilos narrativos más importantes de la historia del rock.

Narrar es forcejear con otros relatos que nos cuentan diferentes historias. La historia del rock, como todas las historias, es una compleja trama de estilos e influencias que pueden rastrearse hasta los cantos de esclavos en Estados Unidos en el siglo XIX; pero también se puede conectar con la música celta, que se filtra hacia al country y el bluegrass. Pero en esa madeja de hilos narrativos el blues es quizá el que se distinga con mayor fuerza entre las influencias del rock. No hay músico de rock que no le haga un justo homenaje a los viejos bluesistas armados con las primeras guitarras eléctricas: Muddy Waters, B.B. King, Jimmy Reed, entre otros. En el fraseo de la guitarra de Keith Richards en cualquiera de las canciones más populares de los Stones podemos apreciar la influencia de los riffs clásicos del blues. De allí que el gesto de apoderarse del nombre de una canción de blues apunta a transformar el grupo en un verdadero mito que se inserta en la historia misma del rock. El territorio de The Rolling Stones es el que brilla con el aura de los mitos.

Roland Barthes establece que el fenómeno del mito se da cuando una relación de significación, la relación entre una palabra y su significado o una imagen y su lectura, se transforma en un nuevo significante, es decir, en un nuevo nombre que transporta otra información. En palabras de Barthes el mito es un robo del lenguaje. Es una palabra que supera su significación más llana para trascender hacia otras significaciones. The Rolling Stones ha portado en su nombre significaciones cada vez mayores: desde el logo de la lengua, diseñado por John Pasche en 1971, pasando por sus momentos icónicos, como la presentación en el festival de Altamont del año 69, en California, en el que uno de los espectadores murió apuñalado justo en el momento en que se presentaban los Stones y Jagger tuvo que calmar al público; en artefactos urbanos como franelas y graffitis en las paredes, y en cuadros como el que hizo Warhol de Mick Jagger, hasta la aparición de su imagen en diferentes programas de televisión, como Los Simpsons. The Rolling Stones, a lo largo de 50 años, se ha convertido en “algo más grande”.

La historia del rock se puede tejer a través de sus canciones que, desde su primer sencillo, una versión de 1963 del tema “Come on” de Chuck Berry, no han dejado de rodar en sus 24 discos e incontables conciertos y giras. En este aspecto, durabilidad y consistencia, The Rolling Stones supera a cualquier otro grupo de rock. La mitología del rock ha envuelto en su aura a muchos músicos y bandas que, tanto por su música como por los avatares de su vida, incluso por su muerte, se han convertido en iconos culturales. The Rolling Stones también ha circulado de manera simbólica por diferentes espacios de la cultura, sin embargo, ellos son más que la imagen, son también una sólida producción musical que aún vive, que aún crece, de la que no habría ninguna reserva en llamar, para los estándares de producción de los grupos de rock, monumental. Si tomamos en cuenta que Edison patentó su fonógrafo en 1878 (hace 134 años) y que la primera transmisión radiofónica fue en 1906 (hace 106 años), ambos hitos tecnológicos cruciales en la formación de la industria moderna de la música popular, 50 años es toda una era. Junto a su poder simbólico, alimentado, quién puede negarlo, por uno de sus grandes temas, “Simpatía por el diablo” de 1968, la longevidad de The Rolling Stones es un fenómeno que hay que admirar, más aún en estos años en los que la industria musical nos satura con cantantes pop que desaparecen antes que podamos aprendernos sus nombres.

En el 2005 The Rolling Stones editó uno de sus últimos discos, lo titularon “A bigger bang”, una explosión más grande, un título que hace referencia al “Big Bang”. En la portada aparecen Jagger, Richards, Watts y Woods alrededor de un punto de energía, un resplandor de luz azul. Están presenciando una especie de explosión originaria. La palabra bang en el título también tiene semejanza gráfica con la palabra band, lo que hace que el título se lea también como “A bigger band”. El título del disco no sólo hace referencia a una conexión con el origen (el big bang), en este caso de la música rock, sino con la formación de un mito. Ellos, envueltos en la luz aurática del origen, se han convertido en una explosión siempre más grande. O en una banda siempre más grande. The Rolling Stones ha logrado convertirse, efectivamente, en algo que siempre es “más grande”. Su marca es, después de 50 años, exceder su propio nombre y ser, mientras sigan activos, a bigger band/g.

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